“Ando, hablo…pero me cuesta. Nunca he llegado a estar bien del todo, nunca, pero ahora la cosa va a más. Tengo déficit de vitamina D, fibromialgia, polineuropatía, síndrome subacromial, artrosis, osteoporosis, bursitis en las caderas, síndrome del túnel metacarpiano, hernias discales y cervicales. Tengo un 40% de minusvalía y no cobro nada por ello”
Aparadora que dejó el calzado en 1995.
“Yo prefería trabajar en el campo. El cambio a trabajar a destajo en el calzado, con cronometraje, fue muy duro. Te pagaban por par, pero si no llegabas al cronometraje, te quitaban el dinero. Cronometraban a la más rápida y ella era el marcaje para las demás. Querían que trabajaras y llegaras al objetivo para poder cobrar el sueldo. El problema es que el jornal era muy barato, pero como no había otra cosa para trabajar, teníamos que callar”
Aparadora de 84 años.
“Hasta los sesenta y siete. Es decir, que si sumas me quedan quince años. Físicamente me ves y dices ‘va a aguantar’. Interiormente, mi cuerpo está machacado de tanto trabajar. Pero estoy peleando para llegar. Tengo que llegar. No puedo permitir que mis hijos el día de mañana piensen: ‘¿Mi madre tiene para comer? ¿O para pagar el alquiler?’. Porque vivo de alquiler. Cuando me divorcié lo perdí todo, por eso espero trabajar hasta esa edad. Si no me muero antes, claro”
Aparadora de 52 años.
“Se trabaja los fines de semana también. Yo he tenido ocasiones en que me ha llegado el jefe un viernes por la tarde para entregarme un pedido y decirme que lo quiere para las 08:00 del día siguiente. Y claro no puedes decir que no, como lo hagas, te quitan la faena y no te vuelven a llamar»
Paqui Mengal, aparadora.
«Hemos descubierto lo que es el síndrome de la madre ausente. Muchos hijos e hijas cuentan, yo es que veía a mi madre pero ella nunca estaba de verdad; la veía ahí, pero como veo un jarrón. Las trabajadoras no pueden estar para sus juegos ni para ir al parque». “Con un pie movíamos la máquina y con otro la mecedora del bebé”
Isabel Matute, aparadora.